La colocación y el orden de los apellidos no
es igual en todas las culturas o países.
El motivo por el cual el apellido paterno se
antepone al materno viene dado por el derecho romano, en el cual se basan los
códigos legales occidentales. Según este código, las mujeres al casarse dejaban
de pertenecer a su familia para pasar a formar parte de la familia del esposo.
Desde 1999 en España, un cambio en la ley
actual -de 1957- permite la igualdad de condiciones para la mujer a la hora de
decidir qué apellido llevarán primero los hijos, siempre que sea de mutuo
acuerdo. En el caso de no haber acuerdo, prevalecerá el del hombre. En otros
países como Portugal, Brasil y Filipinas el apellido materno es el primero en
orden, pero de este se suele escribir sólo la primera letra (ej: Juan G.
Pérez).
En Reino Unido y EEUU, la mujer puede optar
por conservar su apellido o adoptar el de su marido (aunque en la práctica, y
por una tradición fuertemente arraigada, casi el 90% de las mujeres conserva su
apellido y sólo en muy contados casos es el marido el que adopta el apellido de
la mujer). Lo mismo ocurre en Sudamérica, donde es habitual hablar de ” Señora de ” , adoptando el apellido del marido, puesto que lo
contrario sería un uso socialmente ( o políticamente) incorrecto.
Las mujeres en España, salvo en Cataluña, han
usado siempre su propio apellido y nunca el del marido. Estos apellidos,
especialmente cuando tienen su origen en un apodo, se feminizan cuando los usan
las mujeres. Ésta es una costumbre perfectamente lógica para las mentalidades
de la época y así la hija de Juan Moreno se llamaba María Morena, o incluso
muchas veces María la Morena. Esta práctica, que era típicamente popular, se
refleja sobre todo en las inscripciones sacramentales del siglo XVI y se
utilizaba preferentemente entre las clases populares, pero también muchas veces
para las familias de la pequeña nobleza. Rara vez, sin embargo, llega en las
inscripciones oficiales al siglo XVIII, pero ha pervivido, en cambio, en el
lenguaje popular del medio rural.
En Alemania, tradicionalmente cuando una
mujer se casaba, cambiaba su apellido por el del marido. Actualmente, puede
mantener su apellido de soltera, cambiarlo por el del marido o que el marido
adopte el de la mujer al contraer matrimonio. A pesar de ello, el peso de la
tradición se impone, y más del 80% de mujeres adopta el del marido.
En Francia la mujer obtuvo hace relativamente
poco, el derecho de poner sus apellidos a sus hijos. Las italianas estaban en
una situación parecida hasta que un movimiento social pidió un cambio. La
solución fue salomónica: uso opcional de los dos apellidos en el orden que se
deseara.
En Bélgica también se utiliza un solo
apellido que, por herencia del Código Napoleónico, es el del padre. No
obstante, existe la posibilidad de que una mujer -una madre soltera, por
ejemplo- inscriba a su hijo con su propio apellido. En Luxemburgo y Austria,
los hijos adoptan el nombre familiar que hayan elegido los padres al contraer
matrimonio, pero también existe la opción de que ambos acuerden usar el
apellido de uno de ellos o los dos unidos por un guión.
En Rumanía, salvo expreso deseo de la esposa,
la mujer pierde su apellido para adoptar el del marido. En los países de habla
árabe:las mujeres mantienen desde su nacimiento sus nombres familiares y no lo
cambian por los de la familia de su esposo.
A pesar de la evidente evolución tendente a
la libre elección de la mujer para conservar su apellido de soltera o no, el
peso de la tradición se impone, y en la mayoría de casos se opta por ”perder” el propio apellido a favor del
del esposo ( práctica que todavía sigue siendo común en Reino Unido, Australia,
Nueva Zelanda, Gibraltar, India, Irlanda, EEUU, y ciertas provincias de habla
no inglesa en Canadá).
El caso de Escocia merece mención aparte, puesto
que parece ser que hasta el siglo XX las mujeres casadas conservaban su nombre
de soltera. Sin embargo, actualmente la práctica de cambiar su apellido por el
de la familia del esposo es la norma.
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