jueves, 12 de mayo de 2016

¿ Quieres conocer tus orígenes?

Os dejamos unos links en los que podéis buscar a fondo sobre vuestros apellidos, ¡animaos!

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Papel de la mujer



La colocación y el orden de los apellidos no es igual en todas las culturas o países.
El motivo por el cual el apellido paterno se antepone al materno viene dado por el derecho romano, en el cual se basan los códigos legales occidentales. Según este código, las mujeres al casarse dejaban de pertenecer a su familia para pasar a formar parte de la familia del esposo.
Desde 1999 en España, un cambio en la ley actual -de 1957- permite la igualdad de condiciones para la mujer a la hora de decidir qué apellido llevarán primero los hijos, siempre que sea de mutuo acuerdo. En el caso de no haber acuerdo, prevalecerá el del hombre. En otros países como Portugal, Brasil y Filipinas el apellido materno es el primero en orden, pero de este se suele escribir sólo la primera letra (ej: Juan G. Pérez).
En Reino Unido y EEUU, la mujer puede optar por conservar su apellido o adoptar el de su marido (aunque en la práctica, y por una tradición fuertemente arraigada, casi el 90% de las mujeres conserva su apellido y sólo en muy contados casos es el marido el que adopta el apellido de la mujer). Lo mismo ocurre en Sudamérica, donde es habitual hablar de ” Señora de ” , adoptando el apellido del marido, puesto que lo contrario sería un uso socialmente ( o políticamente) incorrecto.
Las mujeres en España, salvo en Cataluña, han usado siempre su propio apellido y nunca el del marido. Estos apellidos, especialmente cuando tienen su origen en un apodo, se feminizan cuando los usan las mujeres. Ésta es una costumbre perfectamente lógica para las mentalidades de la época y así la hija de Juan Moreno se llamaba María Morena, o incluso muchas veces María la Morena. Esta práctica, que era típicamente popular, se refleja sobre todo en las inscripciones sacramentales del siglo XVI y se utilizaba preferentemente entre las clases populares, pero también muchas veces para las familias de la pequeña nobleza. Rara vez, sin embargo, llega en las inscripciones oficiales al siglo XVIII, pero ha pervivido, en cambio, en el lenguaje popular del medio rural.
En Alemania, tradicionalmente cuando una mujer se casaba, cambiaba su apellido por el del marido. Actualmente, puede mantener su apellido de soltera, cambiarlo por el del marido o que el marido adopte el de la mujer al contraer matrimonio. A pesar de ello, el peso de la tradición se impone, y más del 80% de mujeres adopta el del marido.
En Francia la mujer obtuvo hace relativamente poco, el derecho de poner sus apellidos a sus hijos. Las italianas estaban en una situación parecida hasta que un movimiento social pidió un cambio. La solución fue salomónica: uso opcional de los dos apellidos en el orden que se deseara.
En Bélgica también se utiliza un solo apellido que, por herencia del Código Napoleónico, es el del padre. No obstante, existe la posibilidad de que una mujer -una madre soltera, por ejemplo- inscriba a su hijo con su propio apellido. En Luxemburgo y Austria, los hijos adoptan el nombre familiar que hayan elegido los padres al contraer matrimonio, pero también existe la opción de que ambos acuerden usar el apellido de uno de ellos o los dos unidos por un guión.
En Rumanía, salvo expreso deseo de la esposa, la mujer pierde su apellido para adoptar el del marido. En los países de habla árabe:las mujeres mantienen desde su nacimiento sus nombres familiares y no lo cambian por los de la familia de su esposo.
A pesar de la evidente evolución tendente a la libre elección de la mujer para conservar su apellido de soltera o no, el peso de la tradición se impone, y en la mayoría de casos se opta por ”perder” el propio apellido a favor del del esposo ( práctica que todavía sigue siendo común en Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Gibraltar, India, Irlanda, EEUU, y ciertas provincias de habla no inglesa en Canadá).
El caso de Escocia merece mención aparte, puesto que parece ser que hasta el siglo XX las mujeres casadas conservaban su nombre de soltera. Sin embargo, actualmente la práctica de cambiar su apellido por el de la familia del esposo es la norma.

Clasificación de los apellidos




1.      Procedentes de oficios
En este grupo encontramos muchos apellidos relacionados con la Iglesia, la nobleza, el ejército, la artesanía, el comercio, la agricultura, etc. El origen de los apellidos de cargos eclesiásticos se entiende que se pusieron en diversas circunstancias: personas muy beatas, castas, que habían sido monaguillos o con alguna relación de parentesco con un cargo eclesiástico.
En cuanto a los apellidos relacionados con cargos nobiliarios, en su mayoría se trataba de motes o apodos, pero también se utilizaban para las personas que servían a estos cargos o que tenían un parecido físico con ellos; pero en ningún caso se utilizaban para los hijos legítimos de reyes o duques.

2.      Procedentes de aplicaciones onomásticas (hechos relativos al nacimiento, bendiciones, consagraciones…)
Estos apellidos se ponían con la intención de ser una fórmula de buen augurio a quien los portaba, pero también entran dentro de este grupo los apellidos que se corresponden con el mes de nacimiento del niño/a que se bautizaba.

3.      Toponímicos
Son aquellos apellidos que derivan de un topónimo. Nombres de lugares de donde procedían, vivían o poseían tierras determinadas personas o familias.
Muchos de estos apellidos van precedidos de la preposición "de", "del", "de la" o simplemente son
gentilicios.
Dentro del grupo de los apellidos toponímicos, debe hacerse una distinción, para que podamos diferenciar entre los llamados topónimos mayores y los topónimos menores. Los topónimos mayores son los directamente relacionados con una ciudad, villa, pueblo o, pero también los relativos a accidentes orográficos, como ríos o montañas.
Los topónimos menores son aquellos que no tienen un nombre concreto, pero están referidos a accidentes geográficos. Son apellidos como Ríos, Montaña, Puerta, Murillo, Alameda, etc. Una parte de los estudiosos incluyen entre los apellidos toponímicos procedentes de topónimos menores a aquellos que derivan de nombres de partidas o zonas de un pueblo, con lo que incluyen entre los apellidos toponímicos a muchos apellidos que nosotros consideraremos por separado.
Los apellidos toponímicos son muy abundantes en español. Por ejemplo, casi el 80% de los apellidos navarros y vascos, en particular aquellos que siguen a un sobrenombre. Por tanto, podemos decir que los apellidos toponímicos son muchísimo más variados que los patronímicos aunque en conjunto usados por menos personas que éstos.
Podríamos clasificarlos según:
-Apellidos de nombres comunes de núcleos de población: Barrios, Plaza, Villa, Calles…
-Apellidos de nombres comunes de edificios y construcciones: Torre, Corral, Castillo, Iglesia, Puente, Fuente, Cabaña…
-Apellidos de accidentes geográficos: Segura, Ebro, Ribera, Torrente, Fuentes…
-Apellidos de nombres referentes al relieve y composición del terreno: Sierra, Serrano, Monte, Valle, Cueva, Peña, Roca, Vega…
 -Apellidos procedentes de nombres referentes a la vegetación:
Encina, Pino, Manzano…

4.      Patronímicos
Existe un grupo de apellidos que tienen origen patronímico, es decir, que derivan de nombres propios. Puede tratarse bien del nombre del padre, bien del nombre del señor o patrón. Habitualmente se suele incluir únicamente en este grupo a los conocidos apellidos con terminación en –ez, indicativo de filiación, como Fernández, Hernández, Rodríguez, Martínez,  Pérez o Muñoz. Por otro lado debemos mencionar también a aquellos apellidos que no son sino la mera reproducción de un nombre de bautismo, como Felipe, Andrés, García o Pedro.
Dentro de este grupo podemos destacar, por ejemplo, un apellido aragonés, como es el caso de Garcés. Apellido patronímico muy común en Navarra y Aragón, que significa hijo de García.
Este grupo de apellidos son los más comunes en España y en el ámbito hispano. Los que derivan del nombre del padre mediante contienen las terminaciones -ez, -oz, -iz y -az. También podemos señalar a la terminación germánica –iks. Asimismo son habituales tanto en Galicia como en Portugal los que utilizan la terminación -es, En Balerres, Valencia y Cataluña -is, en el País Vasco -iz  y en Asturias -i. Por ejemplo, del nombre Lope deriva López, el apellido catalán correspondiente es Llopis, y el portugués Lopes. Otro ejemplo, de Menendo o Melendo derivan las formas Menéndez y Meléndez, y en Asturias Melendi, de la forma gallego-portuguesa Mendo derivan a su vez Méndez y Mendes.
Otros apellidos patronímicos no sufrieron transformaciones y, simplemente existen como el nombre que los originó. En algunos casos ha caído en desuso, como pueden ser: Alonso, Bernabé, Bernal, García, Juan, Martín, Vicente o Simón. Por otro lado, cabe mencionar aquellos apellidos patronímicos que se forman precedidos por sintagma preposicional: Del Frade (‘hijo del fraile’), Del Greco (‘hijo del griego’), De los Reyes…

5.      Procedentes de gentilicios
Otra categorización de los apellidos, directamente relacionados con los apellidos toponímicos, son los apellidos procedentes de los gentilicios. Son aquellos apellidos que nos indican su origen geográfico, nombres de países y regiones, ciudades o pueblos, especialmente en sentido étnico. Por ejemplo: Navarro, España, Catalán, Aragonés, Francés, Gascón, Soriano, Almagro  
     
6.      De origen incierto o desconocido
No hay pocos apellidos de los cuales es difícil conocer el origen o significado, ya que muchos de ellos son de épocas muy antiguas. Hay algunos que podemos clasificar dentro de los grupos nombrados. Sin embargo desconocemos su origen.

7.      Apellidos descriptivos
Son aquellos que proceden de una descripción física o moral, o algún apodo de persona o familia asociada al apellido. Ejemplos de estos son Manso, Moreno...

8.      De plantas y animales
Suelen ser una referencia encubierta al oficio. Ejemplo de estos son Cordera o Buey.

9.      Origen judío
A pesar de que los judíos a ocuparon mucho tiempo la península este tipo de apellidos no son abundantes, ya que muchos de los judíos que vivían en España antes de la expulsión ya tenían apellido hispánico y después de la expulsión cambiaron sus nombres hebreos por nombres cristianos. Ejemplos de estos son Leví o Cohen.

Origen de los apellidos del mundo




Se sabe que previamente al S.XII los apellidos o nombres de familia no existían tal y como los conocemos actualmente ya que antes de esa época no era frecuente en Europa agrupar bajo un mismo nombre familiar que implicase una relación de consanguineidad o de origen común.
El inicio de los apellidos tuvo lugar en los señores feudales y caudillos en armas. En cualquiera de los dos casos lo que se hacía era incorporar a su nombre el topónimo del lugar que poseían o conquistaban. A raíz de esto, la nobleza comenzó a imitarlos otorgando a sus nombres los títulos que ostentaban, quedando al margen de esta costumbre los reyes o los sacerdotes que ocupaban el cargo de Papa en la Iglesia Católica, quienes únicamente añadían un número a sus nombres para indicar cuántas personas con su misma onomástica habían ocupado el cargo previamente; dado que la lengua “oficial” de la época era el latín, los números eran añadidos en este idioma (Luis XV, Carlos III, Pío XII).
A partir del S.XII como hemos dicho, se comenzó a extender la costumbre de emplear un apellido para significar las relaciones familiares entre personas en la sociedad. Es por ello que el hijo tomaba parte del nombre del padre o lo modificaba por medio de un sufijo que añadía a su propio nombre.
Estos sufijos variaban en función del lugar de Europa en el que se produjese la situación. A pesar de lo anteriormente dicho en lo referente a su extensión previa al S.XII, ya en la Antigua Grecia y en el Imperio Romano se podían encontrar casos en los que a los hijos bilógicos se los relacionaba con su progenitor por medio de su nombre gracias al prefijo –ides, mientras que a los adoptivos se les proporcionaba el sufijo –anus para relacionarlos con su familia adoptiva. Asimismo, en Roma también se encontraban casos en los que se añadía el nombre del padre precedido de la preposición “de” (De Silva era hijo de Silva), siendo esta la costumbre más popular en la Europa de la Edad Media y llamándosele patronímica.
A medida que avanzó el tiempo y se produjeron diferenciaciones lingüísticas en Europa, también se evolucionó en materia de apellidos. En suma a los ya habituales patronímicos, se comenzaron a emplear sistemas en los que el apellido hacía referencia al lugar de residencia de la familia (Montes, De la Torre), al oficio del cabeza de familia (Sastre, Herrera), a la apariencia/carácter de la persona (Delgado, Cabezas) o también a aspectos en los que la persona se veía reflejada (Galán, Bueno).
También era frecuente encontrar personas en las que su apellido provenía de la devoción de la familia por algún santo/santa (San Miguel, Sandomingo).
A partir del s. XVI se estableció como obligatorio para todo el mundo el uso de un apellido o nombre de familia para identificarse, a pesar de lo cual no en todos los lugares europeos se siguió el mismo proceso que aquí, por lo que optaron por escoger modalidades especiales y variar los apellidos de maneras propias.